“He hablado con Dios, y él nos ha abandonado”
En 1983, un grupo de científicos ingeniosos y a la vez
mórbidos de Carolina del norte, liderados por el doctor Gary E. Duncan, llevaron
a cabo un experimento en un recóndito laboratorio no revelado. La hipótesis: Un
hombre, sin sentidos ni formas de responder a ningún estímulo, podría
hablar con Dios.
Su teoría estaba basada en que los sentidos habían
incapacitado nuestro pensamiento de la eternidad, y sin ellos, un humano podría
entablar un conversación directa con el creador a través del pensamiento.
Un anciano, de nombre Harry S. McPherson que afirmaba no
tener razón alguna para seguir viviendo y con una intriga de niveles
estratosféricos, decidió voluntariamente hacer parte de este macabro
experimento y ser el conejillo de indias de este proyecto.
Para privarlo de los sentidos, esta marioneta de
laboratorio fue sometido a una compleja operación en la que cortaron todas las
conexiones de los nervios sensoriales hasta el cerebro. El hombre se podía
mover, pero le era imposible ver, saborear, oler, escuchar o sentir… no podía
percibir el mundo exterior, era una meditación eterna que lo conducía hacia su propio sufrimiento.
Los científicos lo
trataban y monitoreaban mientras este les manifestaba su confuso estado de
ánimo, ya que algunas de las frases eran incoherentes. Luego de cuatro angustiosos días, el anciano
afirmaba poder “escuchar” voces imposibles de entender que le susurraban dentro
de su cabeza, y le generan una ansiedad incontrolable. Los déspotas científicos
le prestaron la mínima atención, suponiendo que se trataba de un inicio de
psicosis.
Dos tormentosos días pasaron para que la situación se
empezara a agravar; Harry gritó que de manera increíble podía escuchar a su
esposa muerta, y para colmo, se podía comunicar con ella. Los tratantes se
empezaron a poner nerviosos pero no estaban convencidos hasta que el hombre
empezó a nombrar familiares muertos de los investigadores, y la gota que colmó
el vaso, fue cuando este empezó a revelar secretos que únicamente sus
familiares muertos sabían. En este momento la mayoría de los científicos
tiraron la bata y salieron despavoridos de la investigación, y abandonaron el
estudio por completo.
Después de una semana de largas y torturantes
conversaciones con fallecidos, el anciano empezó a manifestar que aquellas
voces inofensivas se habían vuelto abrumadoras, y que la angustia que este
sentía era increíble… ahora los sonidos se negaban a abandonarlo. Él con
frecuencia se arrojaba contra los muros del laboratorio buscando alguna forma
de sentir dolor, acciones que eran inútiles y que lo único que hacían era
incrementar su sufrimiento.
Rogaba a Duncan por sedantes para poder dormir y escapar
momentáneamente de su tortura, táctica que los primeros días funcionó, pero
quedó en vano cuando las constantes pesadillas se volvieron el pan de cada día
del hombre.
Su histeria empezó a aumentar hasta que, él gritando, se
intentaba sacar sus ojos no funcionales con tal de sentir algo en el plano
material. El sujeto afirmaba que las voces eran ahora gritos ensordecedores y
hostiles, confesándole secretos acerca del infierno y el fin del mundo. En un
momento dado, estos seres le gritaron durante cinco horas seguidas: “No hay
cielo, no hay perdón”.
Harry rogaba a los científicos que acabaran con su
sufrimiento y lo mataran, pero los
investigadores restantes estaban convencidos de que faltaba muy poco para la
comunicación con Dios. Al otro día ya no podía formar frases coherentes, se comenzó a arrancar pedazos de su piel a
mordiscos. El doctor Duncan se aproximó a él y con ayuda del grupo lo
contuvieron amarrándolo en una mesa, para que este no se pudiera suicidar.
Después de una hora de estar atado, dejó de luchar, de
gritar y de rogar piedad. Se quedó observando
el techo en silencio, mientras que lágrimas cruzaban su rostro y caían
en un borde de la mesa. Durante dos semanas tuvo que ser hidratado con
diferentes métodos, ya que el llanto no cesaba. Con el tiempo el hombre dirigió
su cabeza y, a pesar de su ceguera se puso en contacto por primera vez en todo
el tiempo que había pasado en el laboratorio, y con una vez quebrada le
susurro: “He hablado con Dios, y él nos ha abandonado” mientras sus signos
vitales se desaparecían sin ninguna causa aparente.
Esto es un CREEPYPASTA: son historias cortas de terror recogidas y compartidas a través de Internet, como en foros, blogs o videos de YouTube, con la intención de asustar o inquietar al lector, cuyos límites entre realidad y ficción permanecen difusos. https://g.co/kgs/bdA3wV
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