miércoles, 13 de abril de 2016

La moda: En Europa se toma el café con los muertos

El mundo parece loco, ahora en ciudades de Europa como Berlín y otros sitios de este continente, para enterrar a sus muertos, se abren lugares en los que te puedes tomar un buen café y comer un rico pan, mientras sepultan a tu pariente o a un ajeno que ni conoces.



Ya parece que las tristezas hacia seres conocidos, cada día valen menos. Ya morir, es cuestión de un momento. En estos sitios, y no de manera necesaria, personajes extraños y turistas, acuden a funerales de gente de la ciudad o del poblado y acompañan a los parientes del muerto. Mientras tanto aprovechan los locales que en los últimos años se han abierto en el cementerio y allí les ofrecen un trago frío o un aperitivo para pasar el duro momento.

Son jubilados, personas de mediana edad, mujeres con niños recién nacidos o hasta hombres jóvenes que se entretienen con su computador. Esto se vio en un día muy frío y lluvioso de noviembre. Sucedió en una cafetería ubicada dentro de un cementerio en un barrio llamado Kreusberg, en Alemania. Frente al café caliente y las confituras los comensales tenían una bella vista: lápidas húmedas y tumbas familiares o ajenas. Nada de este ambiente dañaba la conversación, charlaron sin demanda como si no les interesara lo que estaba sucediendo al frente de ellos.

La tumba se abrió, ellos miraron de lejos y hasta rezaron una oración por alguien que no conocían… Moda, así es el mundo actual.

Vale la pena citar este diálogo que se escribió en la revista alemana Der Spiegel, entre dos parroquianas que asistían a un sepelio:

* “¿No hay personas muertas aquí, verdad?

* “Oh, sí, hubo cadáveres aquí”, responde la mesera, Johanna Helmberger, y reprime una sonrisa. Así lo publicó la revista Der Spiegel.

Sucedió en un café llamado Strauss en el distrito de Kreusberg, en Berlín. Las mujeres, a pesar de las escenas de terror se fueron felices: “Volveremos”.

La tarde llega a su fin, el cementerio ya no se ve tan alegre, aunque los últimos invitados que salen del campo santo charlan con alegría como si no les importara al conocido o desconocido que dejaron atrás.



Ya es como una moda, los “cafés-cementerio” son cada vez más populares en todo el mundo. Allí se abandonó el consuelo y se cambió el duelo por un aperitivo de café, pastel o tostadas con mermelada acompañadas de suposiciones, rumores o chismes sobre el fallecido.

Es entonces cuando se acaba el dolor, ya no hay tristeza, solo detalles en torno al muerto… Ya cada uno sueña y padece con lo que será su propia muerte. Así haya sido el gran escritor Heinrich Mann o el dramaturgo Berltolt Brecht, allí sepultado.


Eso sí, morir en París, en Berlín o en Barcelona, y que te entierren en cualquiera de estos lugares, en torno a un buen café, debe ser divino y mágico… así nadie después te recuerde.

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